Por: Redacci贸n | Fuente: Catholic.net
Hoy, en este Domingo de Resurrecci贸n, nos despertamos a una realidad transformada.
No es un cambio visible a simple vista, ni tampoco algo que podamos tocar; es un cambio que ocurre en lo m谩s profundo de nuestro ser. Es la esperanza vivida, una esperanza que no es ef铆mera ni superficial, sino una promesa divina de renovaci贸n y vida eterna.
M谩s all谩 del optimismo
La esperanza de la que hablamos hoy trasciende el optimismo terrenal. No se trata de una sonrisa pasajera o un consuelo moment谩neo. Es un regalo celestial, un don que nos eleva por encima de nuestras limitaciones humanas y nos asegura que, pase lo que pase, todo ir谩 bien.
En los d铆as oscuros, cuando los temores crecen y la incertidumbre se cierne sobre nosotros, incluso la esperanza m谩s valiente puede desvanecerse. Pero la esperanza que Jes煤s nos ofrece es diferente; es una llama que nunca se extingue, una luz que brilla con la certeza de que Dios est谩 guiando todo hacia un bien mayor.
La vida que surge de la tumba.
El sepulcro, ese lugar que simboliza el final, la ausencia de salida, ha sido vencido. Jes煤s no solo emergi贸 de 茅l, sino que transform贸 la tumba en un lugar de nacimiento, un comienzo de algo nuevo y glorioso, una historia de vida donde antes reinaba la muerte.
As铆 como Jes煤s removi贸 la piedra que sellaba su tumba, nos invita a remover las barreras que encierran nuestro coraz贸n. No debemos ceder ante la resignaci贸n ni enterrar nuestra esperanza bajo el peso de nuestras dudas y miedos.
En medio del dolor, la angustia y la muerte, la presencia de Dios es una constante. Su luz ha iluminado la oscuridad m谩s profunda y sigue extendi茅ndose para alcanzar los rincones m谩s ocultos de nuestra existencia.
La grandeza de Dios frente a la desesperanza
Aunque en nuestro interior hayamos dado por perdida la esperanza, no debemos rendirnos. Dios es m谩s grande que cualquier oscuridad o final aparente. La muerte no tiene la 煤ltima palabra.
Dios nos extiende su mano y nos alienta a seguir adelante. Nos invita a abrir nuestro coraz贸n, a levantar las piedras que nos impiden ver su luz y a permitirle entrar en nuestras vidas para disipar nuestros miedos.
Con Jes煤s, la cruz no es un s铆mbolo de derrota, sino de victoria y resurrecci贸n. 脡l est谩 con nosotros en la oscuridad, en la incertidumbre, en el silencio. Su amor es incondicional y eterno, y nada puede arrebat谩rnoslo.
El amanecer de un nuevo d铆a
En este Domingo de Resurrecci贸n, recordemos que con Jes煤s, cada final es un nuevo comienzo. Cada noche oscura precede al amanecer de un d铆a lleno de posibilidades y esperanza. Con 脡l, somos llamados a vivir una vida resucitada, llena de amor, luz y esperanza eterna.

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